La entrada de hoy será muy breve, pero importante, al menos para mí. Hoy empezó oficialmente mi segundo año en el Instituto de Profesores Artigas. Es un año importantísimo, porque es el primero con prácticas obligatorias. Demás está decir que este hecho despierta tanta ansiedad como nerviosismo. Es una gran responsabilidad, algo desconocido para la mayoría de los que iniciamos la carrera, y a la vez, la antesala de lo que será por mucho tiempo nuestro quehacer cotidiano.
Educar debe de ser uno de los privilegios más grandes que existen. Hacerlo en una época como la nuestra, en un contexto social y político como en el que nos enmarcamos, es todo un desafío. Yo siento que nos rodea una incertidumbre muy grande... Quizás siempre fue así y yo como alumna no lo pude percibir... La cuestión es que cada día algo cambia, algo muta, algo adquiere nuevas facetas aunque sea levemente. Puede ser el entorno, o puede ser en nosotros mismos. Lo imprescindible, al menos a mi manera de ver las cosas, es no desesperar ante este perpetuo movimiento, sino aceptar y adaptarse a este, ya que es parte fundamental de la existencia. Tampoco es cuestión de dejarse llevar tanto que nos perdamos en el intento y que un día nos miremos al espejo y no reconozcamos al ser que se refleja en él. Todo es cuestión de encontrar nuestro lugar en el cambio, aceptando lo positivo y tolerando lo negativo.
Por lo demás, no me puedo quejar. El grupo es maravilloso, en su mayoría de mujeres de diferentes edades, todas notoriamente entusiasmadas por lo que hacen. No queda más que hacer que dar por comenzado el año, ya con el puntapié inicial, hacia ese maravilloso mundo que es el aprendizaje y la enseñanza.
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