domingo, 6 de marzo de 2011

¿Qué hay en un nombre?


Nothing but the process is infinite (Colossus - Borknagar)


Algunos de ustedes quizás hayan notado que he cambiado mi nombre de usuario en este blog, otrora Verónika, a Lady V. Podría haber parecido una cuestión injustificada, azarosa. Pero en realidad lo hice para resaltar el fin de una etapa que para mí fue importante. Con todo, no es mi intención hacer de esta entrada algo enteramente personal, de modo que, a partir de mi experiencia intentaré extraer una lección más global.



Hay sucesos en la vida que a uno lo marcan de diferentes maneras. Sobre todo cuando estas cosas pasan en los maravillosas pero difíciles años de la adolescencia. Uno intenta por todos los medios creer que no es uno el que está viviendo eso, simplemente porque luce muy duro de sobrellevar, como si las fuerzas fueran a fallarnos en algún momento, y sólo vemos allí el foso al que el Hado amenaza con arrojarnos. Para un adulto suelen ser tonteras; para nosotros son montañas. Es simple, no siempre se cuenta con la madurez necesaria para afrontarlo. Casi nunca. Nos vemos obligados a crecer de golpe y, en muchas ocasiones, sentimos que nuestra esencia se pierde. Eso tiene algunas complicaciones cuando, en realidad, no hemos terminado de definir qué esencia es esa… Queremos ser iguales y a la vez, totalmente diferentes. Estos contrarios no son difíciles de aliar en la adolescencia: dentro de los parámetros de la gente de nuestra edad, algo nunca visto, o, al menos, algo que rompa con todo lo que se espera de nosotros. A menudo esto no es del todo posible por el ambiente o la manera en que fuimos criados, así que al menos en nuestro interior surge ese mundo que se alza como nuestro ideal, el oasis, el remanso de paz dentro de nuestras vidas cotidianas.


No obstante, ese lugar es íntimo, nadie tiene derecho a entrar. Por eso, solemos formar esa coraza protectora que es lo que todos conocen, por lo que nos juzgan y eso de lo que estamos orgullosos. Es como si fuera la caballería de nuestro propio reino, lo que hace que los demás retrocedan y ni siquiera se atrevan a preguntar en qué pensamos o qué sentimos, como si una fuerte ráfaga de viento los empujara constantemente en la dirección contraria; a veces siguen luchando hasta entrar, pero la mayoría de la gente desiste tras un espacio de tiempo. A veces -la mayoría de las veces- escondemos lo que somos a través de una capa de invulnerabilidad, de el “no me importa nada”… de muchas cosas. De agresividad, ira… Y no notamos que termina perjudicando todo alrededor. Cuando notamos el error, vemos a mucha gente amada lejos de nosotros, y peor aun, un día te miras al espejo y no puedes creer en lo que te has convertido. Si se tiene suerte, siempre hubo y habrá un ser especial (a veces más de uno), incondicionales, dispuestos a ayudarte. Y por eso es que uno decide hacer el sacrificio, bajar la guardia y dejar por fin que otros ingresen, nos conozcan, descubran facetas reales de nuestras vidas. Las cosas que hemos sufrido en silencio, las razones por optar por esa coraza, terrible para los demás y pesadísima para nosotros mismos, las cosas que sentimos, deseamos, pensamos… En fin, dejamos ver que no somos todopoderosos sino simples mortales que necesitamos de otros para ser felices, aunque hayamos pasado mucho negando este principio fundamental. Entonces nos damos cuenta que no es tan terrible. Claro, este rompimiento siempre se da luego de un fuerte golpe, y aunque no es negativo, tarda en sanar. Hemos pasado tanto tiempo allí dentro que cuesta salir y empezar a entendernos a nosotros mismos. Al final nosotros también nos compramos la versión pirata de nosotros mismos, y es difícil luego desecharla y construir la original. Los residuos quedan; es terrible la lucha contra la negatividad, la ira injustificada y los malos tratos a los demás. Porque nunca antes la hemos combatido, fue mucho más sencillo disfrazarla. Hay muchos obstáculos. Pero el lado bueno es que ya no hay porqué seguir solos.


Hace pocos meses me he podido empezar a desprender de ese “yo” que vendía a los demás. Estoy lista para seguir adelante. No lamento haber desperdiciado años simplemente porque no lo veo como un desperdicio sino como un aprendizaje. Además, la gente que me conoció así y de todos modos me acompañó tiene mi lealtad eterna y la certeza de que todo lo que vendrá será mejor. ¿Por qué Lady V? Sólo un apodo nuevo dado por un amigo nuevo, el primero de esta nueva etapa. Se lo merece.


Mi único consejo esta vez es… No tengan miedo a ser ustedes mismos. El temor a ser lastimados no se compara al horror de tener que fingir, y la incertidumbre de, una vez que el disfraz falla, darse cuenta de que ni siquiera se sabe quién es uno. No hay como la libertad de encontrar la propia esencia. Los demás no importan; nunca va a faltar el amargado o el pesimista con sus opiniones sin sentido. Pero ellos aún no saben lo que les espera.

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