lunes, 21 de marzo de 2011

Un nuevo año

La entrada de hoy será muy breve, pero importante, al menos para mí. Hoy empezó oficialmente mi segundo año en el Instituto de Profesores Artigas. Es un año importantísimo, porque es el primero con prácticas obligatorias. Demás está decir que este hecho despierta tanta ansiedad como nerviosismo. Es una gran responsabilidad, algo desconocido para la mayoría de los que iniciamos la carrera, y a la vez, la antesala de lo que será por mucho tiempo nuestro quehacer cotidiano.

Educar debe de ser uno de los privilegios más grandes que existen. Hacerlo en una época como la nuestra, en un contexto social y político como en el que nos enmarcamos, es todo un desafío. Yo siento que nos rodea una incertidumbre muy grande... Quizás siempre fue así y yo como alumna no lo pude percibir... La cuestión es que cada día algo cambia, algo muta, algo adquiere nuevas facetas aunque sea levemente. Puede ser el entorno, o puede ser en nosotros mismos. Lo imprescindible, al menos a mi manera de ver las cosas, es  no desesperar ante este perpetuo movimiento, sino aceptar y adaptarse a este, ya que es parte fundamental de la existencia. Tampoco es cuestión de dejarse llevar tanto que nos perdamos en el intento y que un día nos miremos al espejo y no reconozcamos al ser que se refleja en él. Todo es cuestión de encontrar nuestro lugar en el cambio, aceptando lo positivo y tolerando lo negativo.

Por lo demás, no me puedo quejar. El grupo es maravilloso, en su mayoría de mujeres de diferentes edades, todas notoriamente entusiasmadas por lo que hacen. No queda más que hacer que dar por comenzado el año, ya con el puntapié inicial, hacia ese maravilloso mundo que es el aprendizaje y la enseñanza.

miércoles, 16 de marzo de 2011

No soy conformista

Hoy estaba pensando en la mayoría de las cosas que he publicado en esta bitácora, y me dije: "oh, caramba, la gente que lee esto seguro que cree que soy una conformista..." En realidad hasta hoy no creí tener razones para preocuparme por eso. Pero capaz que por ser alguien que puede pasar horas y horas mirando cómo se mueven las hojas de los árboles contra un cielo limpio y azul, pero no se sorprende con los programas de televisióny a la que no le quita el sueño tener el celular último modelo con cámara de 20 megapíxeles y horno para pizza, puedo dar la imagen de que no espero nada de la vida.

Sinceramente, espero mucho de la vida. Solamente no creo que el éxito se mida en las posesiones materiales. De otra manera jamás hubiera elegido la carrera docente, ¿no? El hecho de que siempre esté señalando las cosas pequeñas de la vida surge como consecuencia de que es fácil encandilarnos con los anuncios en la tele, según los cuales no somos nada si no tenemos tal o cual cosa. Los mismos que promocionan un veneno como es el cigarrillo, so color de que sin ellos nunca tendremos novia o amigos. Está bien; si los que se creen el mensaje son felices, allá ellos. Yo no. Sé que hay mucho más que desear.

Tampoco sostengo que uno puede ser feliz sólo mirando pajaritos o las hojas de los árboles, porque también llega un momento en que eso aburre. Y a veces es poco relevante, como cuando no se tiene con qué comer, me imagino. No quito el valor que tienen las posesiones materiales, es que no creo que eso sea todo. Mirémoslo así: ¿es posible no ser rico y tenerlo todo? Bueno, eso dependerá en buena medida de aquello a lo que le demos mayor valor.

En mi caso personal, sé que sí. Sé que estar rodeada de buenos amigos y sentirse satisfecha con uno mismo son posesiones mucho más valiosas que cualquier cosa. También conllevan mucho más esfuerzo que las materiales -sería tonto creer que la estabilidad emocional, la familia, los amigos, la realización, los deseos de superación surgen por generación espontánea-. Pero al final, el efecto que tienen es mucho más duradero.

Pienso que ser conformista es no sentir el deseo de superarse. Jamás se me podría tildar de conformista. Mi meta es que mi camino nunca termine, porque todos los días se encuentra algo en que mejorar, algo en lo que se puede ser mejor. A veces conlleva beneficios económicos -ascensos, acceso a cargo de mayores responsablidades luego de cursos de expansión, etc-, pero en muchos otros casos la recompensa es únicamente la sensación de deseo realizado.

No deseo ser pobre, como nadie desea serlo. Sin embargo, la pobreza material siempre salta a la vista, mientras que la pobreza de espíritu está inyectada en la mayoría de las personas, tanto, que a pocos les interesa ser diferentes. No puede haber nada más lamentable que no tener un objetivo, una meta, algo por lo cual seguir luchando, y hay tantos en esta condición... Ojalá fuéramos más conscientes.

martes, 15 de marzo de 2011

Razones para aprender un nuevo idioma



He tenido la maravillosa experiencia de aprender diferentes idiomas en mi vida. Soy hablante nativa de español, estudiante avanzada de inglés, y manejo alemán e italiano básico. Muchos de ustedes de seguro pueden tenerle miedo a esta experiencia (bah, "miedo" quizás es una palabra muy abarcativa, pero conozco gente que cree que no podría hacerlo). Mi propósito en esta entrada (un poco light quizás, para irla llevando; de todos modos aporta) es exponer algunas cuestiones que he observado a raíz de mi experiencia,y que espero los motive a dar ese paso que jamás lamentarán.

  • ayuda a encarar mejor los errores: equivocarse es parte del proceso natural del aprendizaje. Al asumir esto, es posible hacerlo extensivo a otros aspectos de la vida. La vida es un aprendizaje, ergo, equivocarse es esperable. También es esperable que poco a poco exista un superarse.
  • esa superación que mencioné en el punto anterior, produce una sensación magnífica de logro. Es maravilloso pararse, después de un tiempo lidiando con un idioma, y ver cuanto se ha progresado, a veces sin notarlo... ¡es tan gratificante!
  • permite conocer culturas diferentes. Este aspecto tiende a ser ignorado, aunque es tan importante como agregar nuevas palabras a nuestro incipiente léxico. Aprender un nuevo idioma es abrir las puertas de nuestra mente a un riquísimo caudal de costumbres, Historia, geografía y demás. Una lengua es un constructo social que refleja la idiosincracia de sus hablantes, por tanto, no aprendemos simples palabras, frases. Nos adentramos en años, en siglos de hechos que lo respaldan. Conocer otras costumbres, otras cosas que no son a las que estamos habituados, contribuye a nuestro pensar crítico, y bien aplicado, puede ayudarnos a ser más tolerantes. No salir jamás de nuestra burbuja es un error fatal; hay muchos medios para ampliar nuestros horizontes, y un nuevo idioma es sólo uno de ellos.
  • da la oportunidad de conocer otras personas. Si bien es posible aprender un idioma por libros o por Internet, no hay nada mejor que un clase, con compañeros reales y profesores reales, con situaciones comunicativas reales. Resolver dudas, probar nuestras aptitudes en tiempo real afianzan nuestra confianza y dan peso a nuestro aprendizaje. Y a veces, si tenemos suerte, los vínculos pueden perdurar en forma de amistad aún cuando el curso haya acabado...
  • ayuda a ser personas más independientes y disciplinadas. No basta con el tiempo que se pasa estudiando, ya sea del libro o en la clase. Es necesario dedicar tiempo para practicar de cualquier manera, y la búsqueda de recursos es totalmente nuestra responsabilidad. Hace falta un poco de dedicación, imaginación quizás, y los resultados pueden ser asombrosos.
  • nos enseña mucho de nuestra propia lengua. Es inevitable comparar, sobre todo al principio, los nuevos conocimientos con las estructuras que ya traemos de nuestro idioma natal. A raíz de esto podemos hacer hallazgos sorprendentes sobre las posibilidades que este último nos da. A veces por poder resumir algo que el nuevo idioma vuelca en muchísimas palabras, o viceversa. Quizás porque notamos que en realidad esa palabra no existe para nosotros. O tal vez porque en nuestro nuevo idioma no encontramos equivalente para tal o cual término. Ahí empieza el camino, cuando hay que usar el ingenio para decir lo mismo en nuestra segunda lengua. Y ahí también empezamos a dejar de traducir, y poco a poco pensamos en nuestro nuevo idioma. Eso es fantástico.
Por supuesto que estos son apenas seis beneficios de emprender la ardua lucha contra caudales de vocabulario y estructuras que en más de una ocasión nos darán grandes dolores de cabeza. Pero al final quedan los buenos recuerdos y la sensación de batalla ganada. Y lo mejor, ese aprendizaje puede extenderse mucho tiempo; siempre hay algo nuevo que aprender.

Probablemente me salté alguna razón de peso. Si quieren descubrirla, ¿por qué no buscarla por ustedes mismos?

lunes, 14 de marzo de 2011

Renacer



Ante diversas circunstancias la gente hace uso de esa gastada frase, "nací de nuevo". Seguramente pensemos en cosas grandes, como un accidente o cualquier cosa que haya puesto la vida al borde del fin. Cuando vemos los infinitos ojos de la Muerte en persona y le suplicamos un instante más de vida.

Debe ser inexplicable la sensación de estar a punto de perderlo todo y volver para contarlo. Ahora... creo que experimentamos eso más seguido de lo que creemos.

Como mencioné anteriormente, cada persona es dueña y guardiana de su mundo interno. Cuando él peligra, su guardián también lo hace. ¿Qué es ese mundo sino todo nuestro caudal de experiencias, anhelos, deseos, sueños...?

Yo estuve a punto de perderlo todo en muchas ocasiones, una de ellas recientemente, por mi culpa, por no querer darme cuenta de que estaba en peligro, de las amenazas, que eran a la vez mis propios defectos. Uno nunca quiere reconocer los defectos, pero lo cierto es que si uno no los controla... se vuelven contra todo lo que amamos. Y cuando miramos atrás nos damos cuenta de que ya no hay forma de recobrarlo.

Duele pelear contra uno mismo. Es la pelea más dura que la vida nos depara, porque es menos frecuente que reconozcamos en nosotros un peligro o amenaza. Pero es una lucha en la que no tiene porqué haber derrotados. Nos da la oportunidad de conocernos y crecer, ser mejores. Eliminar las trabas que sin querer nos ponemos. Al fin y al cabo, no hay mayor aliado o enemigo que uno mismo. Somos nuestros propios verdugos, o nuestros propios mesías. Todo depende de qué deseemos.

Cuando la pelea concluye (momentáneamente; la vida es un batallar constante), empezamos a ver todo con otros ojos. Cosas que antes pasaban desapercibidas, gestos, abrazos, miradas, besos, palabras... objetos y seres animados, cobran un valor supremo. Ya nada es lo mismo, porque nosotros no somos los mismos. También depende de nosotros decidir si eso es bueno o malo.

La luz, la libertad que sobreviene luego de tan ardua batalla es como respirar aire puro por primera vez después de un larguísimo encierro. Es como volver a nacer.

viernes, 11 de marzo de 2011

Fantasía vs. Realidad

No creo ser la única persona en el mundo que disfruta de la buena literatura. Esos que te transportan, que te hacen sentir parte de un mundo paralelo. Pero no “dan la sensación”; se VIVE.
Seguramente por eso es que la vida cotidiana parece tan aburrida e insípida al soltar el escrito. Uno lamenta no poder ser aquella hermosísima guerrera medieval, o aquel adolescente con poderes arácnidos, o como quiera que sea nuestra historia predilecta. Se siente como que viviéramos en un constante día nublado, gris por entero, sin gracia. ¿Nadie se ha sentido así, con ese sinsabor al observar la realidad fuera del libro?
Entonces me pregunto, ¿realmente desearía que mi vida fuera así? Bueno… supongo que muchos sí lo harían. Yo misma lo hacía hasta que me puse a pensar en algunas cuestiones que siguen la filosofía de “hazlo tú mismo” que, simplificando muchísimo, es la que sustenta este espacio.
Toda historia maravillosa lo es porque tiene a alguien decidido a escribir. Seguramente ese alguien no sea un ermitaño que se encierra frente a la computadora, tabla digitalizadora, cuaderno o lo que sea a escribir o dibujar (sea libro o comic o novela ilustrada ese escrito que nos hace soñar despiertos). Es probable que sea una persona como nosotros, con obligaciones, familias y sucesos que cambian sus planes de pronto. Quizás tenga otro trabajo además de ese que recibimos en nuestras manos. No sabemos. Lo que sí sabemos es que a pesar de todo eso se tomó el trabajo de dedicar tiempo a pensar, a diseñar mentalmente, a plasmar y corregir, compartir y consultar con otros… A veces vemos solamente el resultado e ignoramos todo lo que hay detrás, lo que lo hace ser.
Nosotros vivimos nuestra propia historia cada día. Somos los protagonistas de un libro cuyo principio empieza siendo escrito por otros, como los padres, hasta que de repente, nos ceden el lápiz y es nuestro turno de decidir en qué queremos que resulte. Podemos pensarnos como una persona vulgar que se levanta cada día a trabajar y vuelve a su casa, o podemos verlo como algo más grande. Cada día peleamos con nuestros propios monstruos, rescatamos nuestras damiselas en apuros, conocemos a nuestros encantadores galanes (aunque tengan defectos y sus alientos no huelan a rosas). Cada día es un nuevo capítulo que podemos manejar a nuestro antojo. No somos personajes siguiendo los caprichos de un escritor resentido; somos jinetes galopando a través de las páginas ondeando nuestros estandartes, peleando por defender nuestros ideales, a veces tratando de movernos con valores que para este mundo ya no valen nada, como lo haría Don Quijote, por ejemplo. Lo cierto es que de alguna manera, cada noche, antes de dormir, hemos o no salvado el mundo. Nuestro mundo. Entonces, podemos quedarnos con esa melancolía barata de querer ser un héroe y no poder, o podemos pelear una guerra aún más dura: la de ser un héroe cada día en nuestra vida personal, frente a cosas que la gente resolvería mediocremente. Necesitamos más fantasía en nuestra vida real. No podemos permitir que toda nuestra vida sea un bosquejo, un día gris. Necesitamos una pizca de algo que la haga brillante, interesante, sin importar cómo lo vean los otros. Necesitamos lamentar menos y actuar más.

martes, 8 de marzo de 2011

Razones para seguir adelante





  • Para lograr tus metas.
  • Para demostrarle al mundo que está equivocado.
  • Para agradecer a todos los que han confiado en ti desde que naciste hasta ahora: familia, amigos, profesores, etc.
  • Para ayudar a otros con menos fuerza de voluntad.
  • Para descubrirte a ti mismo.
  • Para no sentirte solo.
  • Para no sentirte fracasado.
  • Para descubrir la sabiduría que surge con los errores, y el gozo de las victorias obtenidas.
  • Para conocer a las personas que la vida te irá proveyendo. No siempre serán las mejores, pero de todas tendrás siempre algo que aprender.
  • Para ser distinto a los demás, y no ahogarte en el conformismo en el que la mayoría chapotea sin esperanza.
  • Para sentirte digno de las cosas que tienes, sean materiales o espirituales.
  • Para subsanar los errores del pasado.
  • Para demostrarte a ti mismo que no hay que temer a lo desconocido, sino enfrentarlo, y ¡quién sabe las sorpresas que te esperan.
No importa la razón que elijas, sea alguna de estas u otras que te surjan durante la caminata. No importa la razón, siempre y cuando sigas adelante.

domingo, 6 de marzo de 2011

¿Qué hay en un nombre?


Nothing but the process is infinite (Colossus - Borknagar)


Algunos de ustedes quizás hayan notado que he cambiado mi nombre de usuario en este blog, otrora Verónika, a Lady V. Podría haber parecido una cuestión injustificada, azarosa. Pero en realidad lo hice para resaltar el fin de una etapa que para mí fue importante. Con todo, no es mi intención hacer de esta entrada algo enteramente personal, de modo que, a partir de mi experiencia intentaré extraer una lección más global.



Hay sucesos en la vida que a uno lo marcan de diferentes maneras. Sobre todo cuando estas cosas pasan en los maravillosas pero difíciles años de la adolescencia. Uno intenta por todos los medios creer que no es uno el que está viviendo eso, simplemente porque luce muy duro de sobrellevar, como si las fuerzas fueran a fallarnos en algún momento, y sólo vemos allí el foso al que el Hado amenaza con arrojarnos. Para un adulto suelen ser tonteras; para nosotros son montañas. Es simple, no siempre se cuenta con la madurez necesaria para afrontarlo. Casi nunca. Nos vemos obligados a crecer de golpe y, en muchas ocasiones, sentimos que nuestra esencia se pierde. Eso tiene algunas complicaciones cuando, en realidad, no hemos terminado de definir qué esencia es esa… Queremos ser iguales y a la vez, totalmente diferentes. Estos contrarios no son difíciles de aliar en la adolescencia: dentro de los parámetros de la gente de nuestra edad, algo nunca visto, o, al menos, algo que rompa con todo lo que se espera de nosotros. A menudo esto no es del todo posible por el ambiente o la manera en que fuimos criados, así que al menos en nuestro interior surge ese mundo que se alza como nuestro ideal, el oasis, el remanso de paz dentro de nuestras vidas cotidianas.


No obstante, ese lugar es íntimo, nadie tiene derecho a entrar. Por eso, solemos formar esa coraza protectora que es lo que todos conocen, por lo que nos juzgan y eso de lo que estamos orgullosos. Es como si fuera la caballería de nuestro propio reino, lo que hace que los demás retrocedan y ni siquiera se atrevan a preguntar en qué pensamos o qué sentimos, como si una fuerte ráfaga de viento los empujara constantemente en la dirección contraria; a veces siguen luchando hasta entrar, pero la mayoría de la gente desiste tras un espacio de tiempo. A veces -la mayoría de las veces- escondemos lo que somos a través de una capa de invulnerabilidad, de el “no me importa nada”… de muchas cosas. De agresividad, ira… Y no notamos que termina perjudicando todo alrededor. Cuando notamos el error, vemos a mucha gente amada lejos de nosotros, y peor aun, un día te miras al espejo y no puedes creer en lo que te has convertido. Si se tiene suerte, siempre hubo y habrá un ser especial (a veces más de uno), incondicionales, dispuestos a ayudarte. Y por eso es que uno decide hacer el sacrificio, bajar la guardia y dejar por fin que otros ingresen, nos conozcan, descubran facetas reales de nuestras vidas. Las cosas que hemos sufrido en silencio, las razones por optar por esa coraza, terrible para los demás y pesadísima para nosotros mismos, las cosas que sentimos, deseamos, pensamos… En fin, dejamos ver que no somos todopoderosos sino simples mortales que necesitamos de otros para ser felices, aunque hayamos pasado mucho negando este principio fundamental. Entonces nos damos cuenta que no es tan terrible. Claro, este rompimiento siempre se da luego de un fuerte golpe, y aunque no es negativo, tarda en sanar. Hemos pasado tanto tiempo allí dentro que cuesta salir y empezar a entendernos a nosotros mismos. Al final nosotros también nos compramos la versión pirata de nosotros mismos, y es difícil luego desecharla y construir la original. Los residuos quedan; es terrible la lucha contra la negatividad, la ira injustificada y los malos tratos a los demás. Porque nunca antes la hemos combatido, fue mucho más sencillo disfrazarla. Hay muchos obstáculos. Pero el lado bueno es que ya no hay porqué seguir solos.


Hace pocos meses me he podido empezar a desprender de ese “yo” que vendía a los demás. Estoy lista para seguir adelante. No lamento haber desperdiciado años simplemente porque no lo veo como un desperdicio sino como un aprendizaje. Además, la gente que me conoció así y de todos modos me acompañó tiene mi lealtad eterna y la certeza de que todo lo que vendrá será mejor. ¿Por qué Lady V? Sólo un apodo nuevo dado por un amigo nuevo, el primero de esta nueva etapa. Se lo merece.


Mi único consejo esta vez es… No tengan miedo a ser ustedes mismos. El temor a ser lastimados no se compara al horror de tener que fingir, y la incertidumbre de, una vez que el disfraz falla, darse cuenta de que ni siquiera se sabe quién es uno. No hay como la libertad de encontrar la propia esencia. Los demás no importan; nunca va a faltar el amargado o el pesimista con sus opiniones sin sentido. Pero ellos aún no saben lo que les espera.

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