lunes, 27 de febrero de 2012

Mi abuelo


Ya pasaron nueve años desde que te fuiste a descansar por un tiempo. Creo que esta es la primera vez que me pongo a reflexionar en serio en todo. No quiero hablar de lo terrible de la noticia, o cómo me arrepiento hasta ahora de que mi único saludo de despedida fue con la mano y de lejos. Si lo hubiera sabido, que esa sería la última vez que te iba a ver, te hubiera llenado a besos y me habría quedado por horas escuchándote contarme tu vida.

Desearía haberte conocido más. Tenía 11 años cuando todo pasó. No sé si lo entendía muy bien, incluso cuando iba -y voy- al cementerio.

De las cosas que recuerdo de vos, son tu sonrisa inevitable, tu alegría a pesar de tu pierna discapacitada por la poliomielitis en la niñez, por lo cual usabas ese zapato que hacía un ruido gracioso al caminar. También recuerdo el esmero con el que siempre trabajaste en la carpintería, el ejemplo que fuiste para todos. Era como si no tuvieras ningún problema. Me acuerdo de cómo amabas el campo e ir a pescar, y cómo te escondía las mojarritas porque me daba lástima que las mataras. Y cómo no recordar tus asados, únicos. Hasta ahora no he encontrado ninguno que me guste como me gustaban los tuyos.

Me da ternura recordar cómo me defendías cuando la abuela me rezongaba, y le decías "dejala, mamá". Y ella se enojaba más. También los fines de semana, durmiendo entre ustedes dos, que nunca olvidaban darse la mano para dormir.

Es cierto que hay miles de cosas durante estos años que habría querido preguntarte y conocer, porque siempre supiste dar buenos consejos y ser amigo de todos, ayudar a todos aunque vos necesitaras ayuda primero. Pero a la vez creo que lo poco que vi de vos ya es un gran ejemplo, un ejemplo que quiero aplicar a mi vida, y cuando mañana tenga mis hijas conmigo, poder contarles el gran bisabuelo que tienen, aquel que tocaba el bandoneón y alegraba cualquier fiesta, el que comía chicharrones a escondidas de la abuela, pero por sobre todas las cosas, el que supo ser el abuelo más tierno, dulce y consentidor del mundo. El mejor padre para mi madre y un gran ejemplo de vida. Gracias por todo, abuelo querido. Y será hasta que nos volvamos a ver.

Te quiero mucho, como siempre.


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