(Aviso: NO ESTOY EMBARAZADA, es para la posteridad)
Querida bebé:
he estado pensando mucho últimamente en mi decisión de no tener hijos. O sea, no quiero hacerlo porque la sociedad piensa que ser mujer es igual a ser madre, es cierto... Pero había muchos otros motivos que me habían llevado a decidir eso.
Pues bien... Creo que fui un poco injusta. Sí, el mundo da asco... Pero la vida es maravillosa. Y no creo ser quien para decirte que no vengas a probar por vos misma cómo es la realidad.
Así que te propongo lo siguiente: yo me comprometo a dar todo de mí para esperarte, contribuir a que el mundo sea un poquito menos patético para cuando llegues, y vos... bueno, nada más me das un motivo más para creer que vale la pena estar vivo y pelearla.
Yo creo que vas a estar de acuerdo ^^
Te espero ansiosa, Liv, mi princesa... (Y si sos varón también ^^)
Esta entrada va a ser bastante breve porque si quisiera contener en una todo lo que siento ahora, al enfrentarme a este teclado, podría pasar horas, días, meses escribiendo. Solo quiero decir que estoy bien. Estoy bien. Esa frase tan común, que decimos como respuesta estándar cuando alguien pregunta "¿cómo andás?". Esa frase que encierra muchísimo cuando se siente de verdad.
Estoy bien, tranquila, feliz y en paz. Eso es mucho más de lo que esperaba. Y de más está decir que no fue algo que busqué, simplemente pasó... Pasó con el tiempo, las estaciones, las circunstancias... Y así como sin buscarlas, nos pasan cosas malas, a veces, con un poco de suerte la vida nos lleva a sorpresas tan maravillosas como inesperadas...
Gimena Silvana Baz Seguí, niña hermosa que le perdió la pulseada a una enfermedad terrible. Pero esta entrada no trata de ponernos tristes, sino de comentar un poco cómo una niña de 12 años se convirtió en mi modelo de vida.
Era la niña más linda que podías cruzarte. Simpática, pero de carácter fuerte y con salidas que parecían no corresponder a su edad. Con todo, su inocencia y su alegría era contagiosa. Siempre bailando y cantando, siempre queriendo seguirnos a su hermana mayor y a mí, que a veces queríamos un ratito a solas para hablar de algo íntimo... Y aunque era chiquita, no se notaba, porque se integraba a lo que fuera que hiciéramos.
Con todo, creo que lo que más destaco de ella es la fuerza de la que hizo gala durante su último año, ese año de sucesos tan angustiantes y rápidos, de meses internada, de días en coma, de largos tratamientos con quimio y radioterapia... Ese año donde volvió a nacer, recuperando la capacidad de hablar, de comer, de respirar sola... No dejando que le pusieran pañales, esforzándose por caminar... Ese año en que salió de la escuela con las excelentes notas de siempre y comenzó su primer año en el liceo, como siempre lo deseó. Un año lleno de gente que la conocía y se enamoraba de ellas, de amigas inseparables, de hermana y primas que la admiraban y se enorgullecían de ella.
El día que la llevamos al panteón a descansar hasta que se levante cuando llegue el momento, llovía. Y es que el cielo estaba triste, por haber perdido su solcito. Pero la mañana siguiente amaneció espléndida. Y uno piensa... ¡Así era ella! Recuperándose de la peor adversidad como algunos adultos no lo harían... Y por eso es mi ejemplo de vida, aunque yo ya soy una adulto y ella una niñita. Cada vez que siento ganas de rendirme, pienso que ella jamás lo hizo. Todo el año estuve pensando en por qué ella, que era tan dulce, buena, chiquita... Por qué no yo, que ya había vivido cosas... Claro, uno nunca se podrá responder eso, en esta vida el suceso imprevisto nos acaece a todos. Sin embargo, ya que se me dio esta oportunidad -y a todos ustedes, lectores, que podrían haber sido mi prima- sé que tengo que aprovecharla, tal como ella lo hizo.
Recuerdo una tarde en el liceo donde hago una suplencia, llorando en el baño de la impotencia, por no lograr que mis alumnos me escucharan, cuestionándome si serviría para esto... Y pensé en ella, y sé que tengo que vivir de la manera en que ella habría deseado. Entonces, salí del baño y volví a la clase, y ya nunca me he vuelto a cuestionar nada.
No creo en el cielo, y sé que estás descansando. Pero te siento muy cerca, porque te pienso cada día, y recuerdo lo fuerte que fuiste y nos enseñaste a ser. Princesita, nos veremos pronto, pero mientras tanto, viviré de una manera en que te enorgullezca.
Tengo veinte años y voy a tener un hermano. Cuando me dieron la noticia, hasta yo me sorprendí de lo feliz que me hizo. Es un enanito, sangre de mi sangre, a quien mimar y malcriar. A quien defender y amar con mi vida cuando algún bobo cometa el error de meterse con él. Un ser especial a quien enseñarle las cosas chiquitas y mágicas de la vida. Otro chiquito para que igual que mi hermana de seis años se me prenda a la pierna y me diga: "te quiero, hermana..." Es mi hermano, y ya lo adoro, y estoy deseando que llegue.
Te espero ansiosa. Ya sé que sos hermoso y estoy esperando que el tiempo me permita ver la gran persona en que estoy segura te vas a convertir.
Reconozco que otra vez descuidé este espacio, pero ya se acerca fin de año y hay unas cuantas cosas en qué pensar y que contar... Así que pásense de vez en cuando, haré todo lo posible por no defraudarlos.