lunes, 15 de octubre de 2012

Un año sin ella...



Mi bisabuelo dijo una vez, en un verso, hablando de la muerte de un gran amigo suyo, "no sé cómo empezar, me cuesta tanto..." Y es que no estamos preparados para enfrentar la Muerte, ese gran enemigo, ese sinfín de preguntas que se pierden en el silencio y en la tristeza. Hubiera querido escribir esto en la fecha justa, el 12 de octubre, pero no pude por varias razones. La principal... no hubiera sabido qué escribir. Las palabras no son suficientes. Sin importar cuán rico sea el idioma, las palabras nunca son suficientes para contener tantas emociones.

El 12 de octubre de 2012 se cumplió un año de la muerte de Gimena Silvana Baz Seguí, mi prima adorada, mi hermanita menor de lejos... Una guerrera, a sus doce añitos (que hubieran sido trece solo unos días después). Pero como siempre digo, no me gusta demasiado usar este espacio para llorar mis penas, sino para tratar de aportar algo a ustedes, queridos lectores, y trataré de darle a esa princesa guerrera el espacio que merece, si es que en algún lugar existen las palabras y los espacios dignos de ella.

En septiembre del 2010 la llevaron al hospital, porque caminaba raro y le dolía mucho la cabeza, y estaba muy cansada. Habían dicho que probablemente fueran cosas del crecimiento. Pero lamentablemente, al día siguiente, con los resultados de la resonancia, supimos que eso no era así, y nos dieron la peor de las noticias: tenía un tumor en el tronco cerebral, no era operable y era mortal. Estaba soleado, recuerdo. El día transcurría con lentitud afuera y adentro del Hospital Americano. Mientras, nosotros llorábamos, nos preguntábamos por qué, no queríamos creer... Hacíamos llamadas... Y al verla, nos parecía increíble que estuviera enferema.

Operaciones que salieron bien, sorpresas... El coma. El espantoso coma. Ese durante el cual Mariana y yo entrábamos y te hablábamos sosteniéndote las manos, contándote cosas graciosas... Ese durante el cual las tías pasaban todas diciendo que eran tu abuela porque todas son iguales... Las eternas guardias en la sala de espera o en el piso frente al CTI infantil... Esas esperas donde me cuestioné la existencia de un Dios, donde me pregunté por qué hay tanta gente mala en el mundo que está sana y le va bien mientras vos, tan chiquitam tenías que pelear una guerra tan dura. Ese tiempo donde te prometí que cuando salieras iba a ir al hospital toda vestida de rosado... Te encantaba verme de rosado porque sabías que yo lo odiaba. Pero el día en que pude hacerlo fue el día más feliz que pueda recordar.

De ahí en adelante solo pudiste maravillarnos cada vez más. Aprendiste a respirar sola, a comer, a tomar agua... A hablar... Tu segunda primera palabra fue "papá". Cuando empezaste a hablar, pediste que te llevaran al baño porque no querías pañales, y querías ducharte. Siempre espontánea, te quejabas de los demás enfermos y mirabas tus comedias, comías papitas y coca cola. Aprendiste a caminar, hermosa, aunque no te parabas sola... Nunca me voy a olvidar de aquel día que fui a verte, cuando ya saliste del hospital, y antes de que te saludara, me dijiste: "mirá, me paro sola". Y era cierto... Te mantuviste en pie sola. Unos segundos, pero era el triunfo de tu voluntad, como siempre fue. Porque con tu voluntad venciste todos los pronósticos, porque volviste de la muerte para estar con nosotros un tiempo más y enseñarnos tanto...

Terminaste la escuela, con grandes notas como siempre, y entraste al liceo, orgullosa con tu uniforme del Saleciano. Hiciste amigos, te sacaste fotos, usaste Facebook... Y nunca publicaste nada negativo. Recuerdo cuánto me emocioné cuando un tiempo antes de perderte publicaste: "estoy viva". Estabas viva, a pesar de todo lo que nos habían dicho, un año después estabas viva, y nosotros orgullosos.

Pero la fantasía tenía que llegar a su fin. Y ese miércoles, cuando mi madre me mandó un mensaje avisándome... No recuerdo lo que pasó. Solo sé que cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, estaba adentro del ropero, al teléfono con mi novio, llorando a mares, repitiendo vez tras vez "Gime...". Tenía que estar allá, aunque nos separaran más de trescientos kilómetros. Tenía que estar ahí para abrazar a Mari, y para ver tu carita una vez más. Llovía mucho. Estaba convencida de que el Universo lloraba la pérdida de un ser tan mágico y especial como vos. Te vi, y supe que no eras vos, porque vos eras la activa, la risueña, la inquieta, la charlatana, la coqueta, bailarina, la que se sacaba fotos en cualquier parte, la cantante, la inventora... No eras ese ángel pálido, quieto... Y a la vez te vi dormir, sabiendo que ya no sufrías, sabiendo que cuando despiertes finalmente todo va a ser distinto y vas a volver a ser esa Gime.

No te hacés una idea de lo que sentí cuando te dejamos en ese tubular. No podía dormirme pensando en que era la primera vez que estabas sola fuera de casa. Es una estupidez, pero pensaba eso, te imaginaba sola en ese cajón, con la lluvia afuera, y lloraba, y no podía pensar en otra cosa. Al final me dormí, y al despertar, Mari estaba pegando los póster que tanto te gustaban en tu cuarto. En un momento pensé "¿para qué lo hace?", y me di cuenta de que cada uno afronta su dolor como lo siente, y si eso la ayudaba, entonces ahí tenía que estar. Terminamos de pegarlos y miramos la obra. Era como si estuvieras allí. Te hubiera gustado.

Al otro día, el sol brillaba radiante en el cielo. No pude evitar sonreir. Así eras vos: un día, la tormenta asolaba tu vida y nos entristecía a todos, pero al instante, con tu alegría y tu fuerza ahuyentabas las nubes y hacías frente a lo que fuera con una gran sonrisa. A veces los adultos nos creemos más por haber vivido más tiempo, pero es una gran mentira. En un año nos enseñaste más que lo que aprendimos en toda una vida. Y aunque desde que te fuiste a descansar un tiempo hay un gran vacío en el mundo que nadie jamás podrá llenar excepto vos, hay algo, un legado que nos hace salir adelante. Es lo que nos dejaste: saber que aunque todo esté en tu contra, no se pierde nada con luchar, con sacar una sonrisa de entre tantas lágrimas y luchar porque sea diferente. Quizás no podamos cambiar el final, pero sí tener un camino mejor. Nos demostraste que vale la pena aferrarse a la vida y luchar por ella, y que a veces no nos damos cuenta de lo afortunados que somos solamente por estar vivos. Personalmente, entiendo que te debo seguir luchando, porque de otro modo, sería injusto que vos te hubieras ido y yo no. No me puedo rendir porque vos nunca lo hiciste. Tengo que ser fuerte y luchar, para verte del otro lado, para encontrarnos cuando las cosas sean diferentes. Hasta ese entonces, tendremos que seguir peleando, y extrañándote.

Auf wiedersehen ("hasta que nos volvamos a ver"), pequeña guerrera, mi mimosa, Gimuchis... No dejo de pensar en vos. Te quiero...


1 comentario:

  1. "Saber que aunque todo esté en tu contra, no se pierde nada con luchar, con sacar una sonrisa de entre tantas lágrimas y luchar porque sea diferente."

    "Quizás no podamos cambiar el final, pero sí tener un camino mejor."

    "Vale la pena aferrarse a la vida y luchar por ella, y que a veces no nos damos cuenta de lo afortunados que somos solamente por estar vivos."

    V, estas son enseñanzas puras de vida tan verdaderas y aplicables a todos nosotros. Lo que Gime te enseñó directamente vive en ti mientras la recuerdes, y yo sé que tú nunca la olvidarás, porque marcó -algo- dentro de ti. E igual, me enseñó algo a mí :)

    Creo que el olvido es lo peor que le puede pasar a una persona. Así, pues, mientras sigas recordando a alguien, ese alguien no "desaparece" sino que vive dentro de ti como un recuerdo indestructible.

    Paz, buena vibra, ánimos y un abrazo.
    Que tengas un excelente ciclo terrestre de 24 horas :)

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