martes, 15 de septiembre de 2009

Romanticismo: la esencia del Hombre



(Nota: no soy experta en arte ni mucho menos, así que voy a tratar de ser tan exacta como me sea posible. De modo que cualquier corrección será humildemente aceptada).
Sería difícil encontrar un ejemplo de cambio drástico a nivel internacional más claro que el siglo XVIII. Es en este que tiene lugar la segunda revolución más grande de la Historia Humana: la Revolución Industrial. Y como toda revolución implica cambios, siempre se encuentran diferentes posturas ante ellos. Pero en esencia son dos: adherirse a ellos, o negarse a aceptarlos reivindicando al pasado como mejor. Es en esta segunda postura que podemos ubicar a la mayoría de los románticos. Algunos definen este movimiento como "una revolución artística, política, social e ideológica tan importante que todavía hoy viven muchos de sus principios: libertad, individualismo, democracia, nacionalismo, etcétera"*, que tiende a romper con los límites impuestos por el clasisismo, derivados del Renacimiento y la tradición artística griega. Otros, lo critican severamente (por ejemplo, los Realistas) por su exaltación excesiva del pasado y pseudo negación del progreso. Probablemente nos sintamos movidos (pues es una condición propia del humano) a tomar partido por una u otra postura. Sin embargo, como todo hecho -o casi- en la Historia, siempre podemos observar aspectos positivos en ello. Del romanticismo en particular podemos destacar el ansia de libertad y la aclamación de la igualdad y la fraternidad, y más que nada la concepción del Hombre y la Naturaleza, con una sensibilidad muy particular. Además, un rasgo fundamental del movimiento, es esa necesidad de preservar los valores tradicionales como algo digno de atesorar. Sea como sea, es interesante ver por nosotros mismos qué produjeron estos artistas. A continuación les dejo algunas interesantes muestras:

(para acompañar, nada mejor que la espectacular Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor Quasi una fantasia Op.27 n.º 2 de Beethoven:
)

La Durmiente.
(The Sleeper; Edgar Allan Poe [1809-1849])

A la medianoche, en la casa de junio, suave y bruna,
Permanecí de pie bajo aquella mística luna.
Un vapor embriagante, somnoliento,
Exhalaba sobre el valle su encantamiento,
Fluyendo gota a gota, suavemente,
Sobre la cresta calma del monte,
Robaba el delicado sopor musical
De aquel profundo del valle universal.
El romero crece sobre la tumba,
El lirio corre sobre la marea;
Envolviendo la niebla aérea,
Y las ruinas descansan juntas.
¡Mirad! Semejante al Leteo duerme el lago,
Un reposo sin tregua en su mundo soñado;
Y del sopor consciente no quiere despertar,
¡Toda la belleza duerme!
Allí donde sueña Irene,
Sola con su destino.

¡Oh, Dama brillante! ¿Puede ser real
Esta ventana abierta hacia la noche?
Los aires furiosos, desde la copa de los árboles
Ríen a través del trémulo cristal.
El aire descarnado, camino del hechizo,
Atraviesa la habitación con paso herido;
Ondeando las cortinas violentamente
-Tan terriblemente-
Abatiendo el frío marco cerrado,
Donde tu alma durmiente yace oculta.
Por el suelo y sobre los gastados muros,
Como fantasmas bailan las sombras.
¡Oh, querida Señora! ¿Acaso no temes?
¿Porqué permaneces aquí soñando?
De seguro puedes viajar hacia el mar lejano,
Una maravilla para estos árboles cansados.
¡Extraña es tu palidez! Extraño es tu vestido,
Pero sobre todo, extraña es tu delgada forma
En esta silenciosa y solemne hora.

¡La Señora duerme! ¡Oh, tal vez duerma
Un sueño perdurable, profundo!
El cielo te conserva en su santo seno,
Y este cuarto se ha hecho eterno,
Este lecho ha crecido, profético.
Ruego a Dios que ella pueda reposar
Por siempre con los ojos cerrados,
Mientras su pálido fantasma pasa a mi lado.
¡Mi Amor! ¡Ella duerme! ¡Oh, tal vez duerma
Un sueño interminable, incorrupto!
¡Piadosos serán los gusanos con su carne!
Lejos en el bosque, oscuro y viejo,
Tal vez las bisagras de su cripta se abran,
Una bóveda que a menudo absorbe la noche,
Y las negras alas al amanecer volverán,
Triunfantes sobre la pálida cresta,
Reina de una familia sepulcral.
Algunas criptas, remotas, distantes,
Cuyas puertas fueron abatidas por su mano de niña,
Lanzando en la infancia inocentes piedras;
Algunas tumbas, de cuyas sórdidas grietas
Ella nunca volverá a escuchar los ecos,
¡Es horrible pensar en los pobres niños del pecado!
Pues fueron los muertos quienes te llamaron.














(Estos cuadros, todos obra del prodigioso pintor alemán Caspar David Friedrich, autor por excelencia del Romanticismo).


* monografías.com
FUENTES:

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