martes, 10 de septiembre de 2013

Un soplo de vida

20 de agosto de 2013. Una de las fechas más felices de mi vida, porque me convertí nuevamente en tía. Pero no tía por parte de un familiar; tía del corazón, de mi hermana del alma.



Pasamos todo el embarazo comunicadas, yo visitándola, mandándonos fotos que atesoro. Pero nada de eso fue comparable a entrar a la sala y verla ahí, con su sonrisa de oreja a oreja, y el paquetito de 3.450 kilogramos. Me enamoré totalmente de él, y me jacto de ser la tercera persona, luego de sus padres, de tenerlo en brazos. Sus ojitos achinados, su boquita chiquitita, sus dedos largos y con uñas perfectas y esa piel suavecita y perfumada envuelta en ropitas suaves. Lo apoyé en mi pecho y él se acurrucó ahí, y fue como que el mundo se me dio vuelta.

Cuando le estaban haciendo los estudios a ella y al peque, salí al pasillo y miré por la ventana. No era mi hijo, pero me sentía diferente. Miré Montevideo por el cristal limpio de la Médica y de repente, las cosas dejaron de parecerme tan horribles. El mundo se volvió un poco más hermoso desde que él está con nosotros.

Y pienso en todo lo que me hubiera perdido si alguna vez me hubiera animado a suicidarme. Tengo otro incentivo para seguirla remando, tengo que malcriar a ese niño. Quiero sentir sus abrazos y que me diga "tía", y llevarlo a la plaza y leerle cuentos. Pero sobre todo, no pienso dejar a mi hermana del alma en esta maravillosa etapa que pudimos pasar juntas. Tengo que seguir adelante.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Seguidores