Como he dicho aquí alguna vez, no festejo los cumpleaños, pero quería aprovechar la fecha para dedicarle un espacio a Ale, mi hermana del alma que por esas casualidades de la vida resultó ser seis días y 23 horas mayor que yo. También fue la primera en hacerme tía del precioso Franito, ese niño que es también motor de mi vida aunque no nos veamos tanto como quisiéramos.
Nuestra historia no es mágica, de esas amistades desde un primer momento. Yo pensaba que ella era una creída, y ella, que yo era una malcriada.Claro, cuando tuvimos uso de razón, porque otra casualidad fue que nuestras madres nos atendieran en el mismo sanatorio.
En el liceo, seguíamos pensando pestes una de la otra, hasta que en tercer año fuimos compañeras. Lentamente nos hicimos inseparables. Guardo con amor cartitas y cosas que nos intercambiábamos en aquel entonces.
Lamentablemente, por estupideces de niños, nos separamos por unos años. En ese entonces también hubo algún contacto, aunque el resentimiento que fingíamos era una máscara para el dolor de no estar juntas. Maldito orgullo. Ahí me enteré de que estaba embarazada. Me sentí llena de vida, pero a la vez triste de no poder estar con ella, sabiendo su situación familiar. No estoy muy segura de quién surgió la idea del acercamiento, pero primero por chat y luego en una muestra de música volvimos a juntarnos. Fue uno de los mejores días de nuestras vidas. Aunque ninguna de las dos sabía muy bien qué decir, en cada gesto se reflejaba la falta que nos habíamos hecho. No nos separamos desde entonces. Hemos estado juntas en las cosas más lindas, como el embarazo y nacimiento de Fran, como en las más feas que no perderé tiempo en citar, porque son dolorosas y poco constructivas.
Miro en retrospectiva y pienso en aquellas historias que nos gustaba escribir y soñar cuando éramos liceales, soñando con nuestra vida futura. Y veo que hay muchas diferencias: no vivimos juntas, todavía no somos profesionales, no estamos casadas y solo ella tiene un hijo. Pero sí sucedió lo más importante, y es que estamos juntas. Sé que estará el día que me case y que ella será la tía de mi hija cuando decida venir. Sé que juntaremos fotos de nuestros hijos y que aún así tendremos tiempo para tomar un vaso de jugo y contarnos cosas. Sé que reiremos y lloraremos juntas. Y que la vida no es un cuento de hadas, pero lo mejor que puede pasarte es tener gente genial para hacerle frente. Así que, hoy que estás un día más con nosotros, un año más con nosotros a pesar de todas las dificultades, te doy las gracias por darme el ejemplo y cuidarme como a tu hermana menor. Te adoro, Lourdes Alejandra Varela Pérez, y mi vida sería muy gris si no estuvieras en ella. Gracias por todo.
20 de agosto de 2013. Una de las fechas más felices de mi vida, porque me convertí nuevamente en tía. Pero no tía por parte de un familiar; tía del corazón, de mi hermana del alma.
Pasamos todo el embarazo comunicadas, yo visitándola, mandándonos fotos que atesoro. Pero nada de eso fue comparable a entrar a la sala y verla ahí, con su sonrisa de oreja a oreja, y el paquetito de 3.450 kilogramos. Me enamoré totalmente de él, y me jacto de ser la tercera persona, luego de sus padres, de tenerlo en brazos. Sus ojitos achinados, su boquita chiquitita, sus dedos largos y con uñas perfectas y esa piel suavecita y perfumada envuelta en ropitas suaves. Lo apoyé en mi pecho y él se acurrucó ahí, y fue como que el mundo se me dio vuelta.
Cuando le estaban haciendo los estudios a ella y al peque, salí al pasillo y miré por la ventana. No era mi hijo, pero me sentía diferente. Miré Montevideo por el cristal limpio de la Médica y de repente, las cosas dejaron de parecerme tan horribles. El mundo se volvió un poco más hermoso desde que él está con nosotros.
Y pienso en todo lo que me hubiera perdido si alguna vez me hubiera animado a suicidarme. Tengo otro incentivo para seguirla remando, tengo que malcriar a ese niño. Quiero sentir sus abrazos y que me diga "tía", y llevarlo a la plaza y leerle cuentos. Pero sobre todo, no pienso dejar a mi hermana del alma en esta maravillosa etapa que pudimos pasar juntas. Tengo que seguir adelante.