martes, 7 de junio de 2011

Los sueños (o: "Diario de una futura profesora. Capítulo dos: la crisis")


Todos en algún momento nos replanteamos cosas. Sin importar lo seguros que creyéramos que estábamos, sin importar lo felices que somos con la decisión, sin importar todo el apoyo de los demás, sin importar nada. Somos así de volubles. El problema es que a veces uno está demasiado ocupado como para darse cuenta de que está pasando por ese periodo de duda y, cuando finalmente reaccionamos, tenemos bruto problemón adelante, y lo que al principio era una fisura en el cristal, ahora es un agujero negro que nos arrastra cada vez más, un pantano en el cual, cuanto más luchamos para salir, más nos enterramos.

Esa sensación es todavía peor que la de no estar seguro de nada. La sensación de que el piso se mueve y todos los intentos por estabilizarlo, solamente lo ponen peor.

Últimamente me ha estado pasando eso. Desde que tengo memoria supe, de modo inconsciente, que quería ser docente. Los juegos que recuerdo involucraban de una manera u otra desempeñar el rol de maestra, profesora, guía, lo que sea. Durante los años fui cambiando, cambiando... Quería ser astronauta. Después me di cuenta de que iba a estar difícil, y quise ser astrónoma. Pero entonces me puse a estudiar mucha mucha astronomía y noté que aunque me gustaba, no era exactamente lo mío. Para entonces, mi amor por las letras había crecido bastante, y mis propias dudas me llevaban a interesarme por mi propia lengua tanto como por las extranjeras. Entonces decidí que sería profesora de español.

Además de profundizar mi propio conocimiento de este mundo tan complejo de la lengua, el deseo de ser docente parte de mi desengaño y repugnancia por la sociedad como sistema, pero también de la esperanza de la humanidad como individuos. Para hacerlo más claro, estoy convencida de que no hay ninguna ley divina que nos obligue a ser unos mediocres conformistas e ignorantes, y que quien lo es no lo es tanto por las desigualdades y todas esas cosas, sino por la comodidad y la falta de sentido de la superación. Y ahí quiero entrar yo, para mostrar que el conocimiento trae responsabilidad y concientización, y aunque a veces duela interpretar críticamente la realidad, siempre va a ser mejor que dejarse manejar por cualesquiera autoridad de turno. Que leer un libro y ampliar los horizontes es satisfactorio por lo que le genera a uno, más allá del reconocimiento. En pocas palabras, que conocer es ser libre y la ignorancia es una forma de esclavitud a la que la gente se somete voluntariamente.

Pero no es fácil ir en contra del sistema, que te pone mil trabas, y hace que cada vez te sientas más inútil, más impotente, que nada es suficiente, que jamás vas a poder hacer nada... Se siente... Se siente como que en realidad de nada vale soñar, porque hagas lo que hagas, nunca vas a poder cambiar nada. ¡Si en tu propio sistema de formación hay cosas terribles! Me he sentido tentada a tirar la toalla en muchas ocasiones. Creo en la gente, en mis futuros alumnos y en los que ya tengo en la práctica... Pero las vicisitudes de la vida tienen un ingenio para hacerte perder la fe en vos mismo...

Entonces pienso en ese maravilloso libro que no he podido terminar de leer y que conozco más que nada por ensayos, lamentablemente. Ese libro cuyo personaje es mi inspiración, aunque tenga ya casi medio siglo. Ese libro es Don Quijote de La Mancha. Pienso en cómo fueron sus sueños los que lo mantuvieron con vida, y al morir estos, él también muere. Y pienso en mí, que no voy a morir literalmente si abandono lo que me ilusiona. Aunque... si perdiera mi esencia, ¿no es eso morir un poco? Si me dejo vencer por un mundo que se conforma con lo que tiene en frente y se niega a ver un poco más allá (y no hablo de ninguna estupidez política, pues, como ya he postulado en más de una ocasión, odio absolutamente todas las ideologías y a quienes las representan aunque respete a quien la ejerce elegido democráticamente... bla, bla, bla), es peor que morir. Ser uno más del montón es no existir. No hablo de destacar y caer en el error de hacer las cosas por el reconocimiento, hablo de luchar por lo que uno cree que es correcto, y no agachar la cabeza y bancarse los rebencazos del sistema, los escupitajos de un mundo, y las risas de la gente estúpida que no se da cuenta de su propia pobreza espiritual. Me niego a ser una más del montón. Me niego a dejarme morir porque dar otro paso es muy difícil, o porque mi objetivo parece lejano. Nunca lo hice, sería tonto empezar ahora.

No creo que ser un soñador esté mal, aunque el resto del mundo te mire con compasión. Al contrario, creo que no luchar por nuestros ideales es ya estar muerto, y de nada sirve que finjamos lo contrario.

No quiero llegar a anciana, y pensar en qué podría haber sido de mí si hubiera dado un poco más.

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