Aún hoy lo recuerdo. Lo recuerdo todo, todo, tan nítido como si hubiera sido ayer. Siempre el mismo entusiasmo, los planes, las ganas de vernos... Que yo sepa, nunca nos peleamos: siempre estuvimos ahí, silenciosamente la una para la otra. Los problemas se solucionaban con un inocente sarcasmo... ¡simplemente era imposible enojarnos la una con la otra! Éramos dos niñas, muy diferentes. Yo, totalmente hiperactiva y extrovertida; vos, más tímida, pero con una personalidad increíble. Jugar contigo era todo un sueño para mí. Recorrer seicientos kilómetros con un creciente afán de recortar, pintar y jugar con muñequitos de papel era suficiente motivo para celebrar cada reunión. Correr por el campo con la libertad propia de las almas puras era mi ambición más fuerte cada verano, invierno y primavera al llegar las vacaciones... Todo eso, en conjunto, forjó una relación tan especial... Porque la familia no se elige, pero sí a las personas que ocupan ese lugarcito tan especial en el corazón...
Hoy que ya no somos esas niñas, que ya nos hemos enfrentado a problemas -que no son ni el principio de los que vamos a enfrentar con el tiempo-, hoy que damos nuestros primeros pasos en el mundo real, deseo recordarte que ese lazo persiste y persistirá... quién sabe hasta cuando. Ojalá que hasta el final. Confío en que será así. Y a pesar de la distancia, quiero que sepas que acá hay alguien que siempre está para vos. Esperando. Esperando...
A Mariana Baz, prima, hermana, amiga.
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